La isla de Tenerife ha recibido a lo largo de la historia diferentes nombres. Nuestros aborígenes la llamaban Achined o Achinech. Más tarde los romanos la llamarían Nivaria, haciendo referencia a las nieves de la cumbre del Teide.

Años más tarde, apareció en un atlas francés como Isla del Infierno de las manos de Pedro Bontier y Juan Leverrier, dos capellanes de los capitanes Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle. Dicho nombre se debe al temor al Teide ya sus erupciones casi constantes por aquel momento.

Finalmente, los aborígenes de La Palma fueron los responsables del actual nombre de Tenerife, donde el Teide jugó un papel importante.

Llamaron a la isla Tene (de montaña) e ife (blanca), que con la castellanización del nombre se le agregó una `r‘ para unir a las dos palabras, dando como resultado Tenerife.

Tenerife también recibe el nombre de la `isla de la eterna Primavera‘.